Paseando por la calle del General Eremia Grigorescu, comandante de la armada rumana en la batalla de Mărășești y que en 1917 consiguió parar a las tropas alemanas en esta misma localidad, estaba un señor mayor, muy mayor, a paso tranquilo y de caracol. La señora que lo abraza pasaba con su coche por la calle cuando lo reconoció e inmediatamente paró el coche, salió corriendo del mismo y fue directa a abrazarlo.
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